El Gallo Verde con alas de Oro

(Basado en cuento budista)

 

Un rey aficionado a las apuestas en peleas de gallos, deseaba poseer un poderoso gallo de pelea que fuera invencible, para lo cual hizo buscar al mejor adiestrador de gallos en todo el imperio.

 

En un lejano monasterio fue encontrado un maestro budista experto en el tema, a quien el rey hizo llamar.

Una vez frente al maestro el rey le pidió que le adiestrara al más aguerrido de sus gallos, hasta convertirlo en invencible.


El maestro comenzó a adiestrar al gallo que le fue entregado, enseñándole las más avanzadas técnicas de combate.

 

Al cabo de 15 días preguntó el rey: -¿Podemos organizar una pelea con ese gallo?

 

El maestro contestó:-¡No! ¡No! ¡No! Es fuerte, pero su fuerza está vacía. Ante cualquier amenaza se excita de inmediato pero su energía es efímera, volátil y superficial. 8 días después, el rey volvió a preguntar:


-¿Podemos ya organizar el torneo para verlo pelear?

 

-¡No! ¡No! Todavía no. Sigue mostrándose pasional y siempre dispuesto a pelear sin un motivo real. Cuando oye el canto de otro gallo, incluso el de una aldea cercana, monta en cólera. Transcurridos 14 días más de adiestramiento, el rey preguntó una vez más ¿Es posible ahora? Y contestó el Maestro:

 

-Ahora ya no se apasiona, por estímulos externos. Si oye o ve a otro gallo, permanece sereno. Su actitud es la exacta, por lo tanto su vitalidad es poderosa. Ya no monta en cólera. Su energía y su fuerza ya no se desperdician al manifestarse en la superficie. -Entonces, ¿está preparado para una pelea? - sugirió el rey. Y el maestro contestó: Si ahora ya está listo.

 

Se organizó un gran torneo y trajeron a los más afamados gallos de pelea de todo el imperio. Una vez en el ruedo los gallos de pelea no podían ni acercarse a aquel gallo.

Huían de él espantados o se aplastaban contra el suelo ante su penetrante mirada y su imponente postura, la actitud que irradiaba contenía una energía tan profunda que ningún gallo pudo hacerle frente.


Así pues, no hubo necesidad de combate alguno. El gallo de pelea se había convertido en un gallo Invencible, porque precisamente había superado la etapa del estéril deseo de competir.

 

Había superado la etapa de las técnicas para la lucha externa. Había aprendido a controlar toda su energía y sus sentidos hasta convertirse en dueño de sus emociones, lo cual le permitía poseer interiormente una tremenda energía que no se desperdiciaba exteriorizándose.

El poder le era ya algo propio, y los otros no podían sino inclinarse ante su absoluta confianza y su verdadera fuerza oculta.

 

Aquel maestro budista en realidad desaprobaba la guerra y amaba la paz. La moraleja de esta historia, es que la paz en el hombre, solo se logra, venciendo a nuestro mayor enemigo, los agregados psíquicos que cargamos dentro, muy dados a competir, para ello, debemos aprender a reconocer nuestros errores, asumir una responsabilidad frente a ellos, no condenar los errores ajenos y acabar con nuestra mayor debilidad, la inclinaciones a la lisonja, la necesidad del ego de ser aceptados, por lo que tenemos, no por lo que somos realmente.

 

La paz surge del respeto a la libre decisión humana, no queriendo imponer sobre los demás nuestra manera de pensar, conceptos, ideas, etc. nadie nos hizo jueces de la vida de los demás, para decidir lo que esta bien o lo que esta mal, quien es bueno y quien es malo, etc.

 

La verdadera lucha que debemos entablar en esta vida, es hacer lo que el maestro budista en esta historia, asumir una pelea con una estrategia real de lucha, que no se puede perder. Abrir el corazón y ofrecer a los demás un servicio desinteresado, y un trato respetuoso y “ecuánime” para todos los seres sintientes, siendo seres sociables o políticos, y como el gallo verde con alas de oro (la fe solar, nacida de la comprobación directa de las cosas y unida a una casta voluntad autónoma y soberana) velar, siempre luchar, para que no se extinga la luz del conocimiento interno de si mismo. "Valiente es el que vence a mil, pero quien se vence así mismo, es invencible" “Haz que tu luz brille”.